lunes, 31 de enero de 2011

Final Escrito a la Rápida


En un Internet café, hace ya varios años, una chica vio a un chico que le gustaba. Su papá era el dueño del local. Ella pasaba muchas de sus tardes aburrida y sentada detrás del mostrador esperando que lleguen clientes, contando el tiempo que usaban las maquinas, cobrándoles, dándoles su vuelto. El día que ella lo vio lo encontró extremadamente atractivo. Su sonrisa, su pelo, desde la primera mirada no dejó de pensar en él. Después de ese día él empezó a entrar al local dos o tres veces por semana. Ella se emocionaba cada vez que lo veía entrar.


Un día trato de acercarse a él y decirle algo, pero no pudo. Tres días después, su padre la dejó a cargo del local. Ella, violando totalmente las reglas de privacidad, utilizó el computador servidor para espiar a su amor. Anotó todos sus emails, nombres de mensajero instantáneo, toda la información que podía encontrar sobre él. Cada vez que su padre la dejaba sola en el local, ella se dedicaba a mirar el computador de su querido. Ella se sabía todas sus páginas web favoritas, todas sus bandas favoritas, comidas, amigos, todo. Finalmente, después de casi un mes, ella se armó de valor y le mandó un mensaje instantáneo. Ahí, en el anonimato del Internet, ella pudo decirle a él todo lo que sentía y pensaba. Cada pequeño detalle que se le iba ocurriendo ella le dijo, y él, sin saber con quien hablaba, le siguió el juego. ¿A quién no le gusta ser alabado?

Él empezó a ir al café solo para hablar con ella. Siempre en el mismo Internet café, uno al lado de otro, conversando por horas. Cuando él le empezó a pedirle fotos a ella, ella se puso muy nerviosa. Le dijo que no tenía ninguna y que no podría mandarle nada. Él le repetía una y otra vez que ella seguramente tenía una cuenta de Facebook o algo y simplemente no se lo quería decir. Él insistió tanto que la chica empezó a buscar como loca fotos de chicas atractivas. Le preguntó todos los detalles de lo que él está buscando en una mujer y ella buscó y buscó hasta que encontró la chica perfecta. Esa sería la foto que ella usaría.

Pasaron los meses y él estaba enamorado. Iba cada cuando podía gastar los pocos pesos que tenía y se sentaba a chatear con su enamorada por horas. Oficialmente habían comenzado un noviazgo por Internet, y él le era fiel en la red y fuera de ella. Hasta que un día él se desfiguró la cara en un accidente y ella nunca le volvió a escribir.

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