Caminas por Dorsal, saliste hace poco del metro. El semáforo te sonríe, ¿qué mierda sucede? "No he fumado hoy...", piensas, mientras sientes tu camiseta roja entre los dedos y tratas de racionalizar el que un objeto inanimado te haga señas coquetas. ¿De donde vienes? Yo no lo sé, y seguramente tu tampoco. La casa de tu abuela esta cerca de aquí, seguro por eso viniste, buscabas un lugar donde refugiarte. ¿Refugiarte de qué? Lentamente te inundan los recuerdos de lo que hiciste esa noche, caes, te das cuenta que estas boca arriba en el suelo; sobre pasto verde ves nubes pasar. Gritando en la calle estabas anoche, ¡no finjas que sabes bien de que hablo! Piedras, sangre, sexo, gritos, furia, eso es lo que significaba para ti manifestar, ser parte de un todo y ¿quién sabe? coger con esa chiquilla a la que le tenías ojo. Izquierdas, derechas, te daba igual. ¿Te diste un momento a saber que es lo gritabas? ¿Entendías de lo que eras parte? No. Siempre fuiste una piedra en el mar, y nunca quisiste ser más. Ahora estas tendido en el piso con un balazo en el vientre, te llevas la mano a los labios y sientes tu sabor. Mueres por una causa que no entendiste, si te dijeran que te dispararon los tuyos o los otros, ¿morirías menos? Penetras ese hoyo en tu vientre con los dedos, si tu vida no fue tuya, ¿porque fuera de serlo tu muerte? Y esa es tu realidad, ahora mueres. Ahora mueres porque jamás fuiste tu, siempre fuiste yo, producto de mi pluma y extensión de mi ser que no te necesita más y te deja morir.
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Y las rimas?
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