
Al fondo del pasillo, contra una pared manchada de sangre, esa cosa gigante enciende un puro. No es un cigarrillo de niña, largo y blanco, no es si quiera un cigarro. Es un puro. Si fuera hombre, se vería como los machos. Y aún así, no es exactamente humano, ni si quiera
humanoide. Esa cosa era roja y grande, y punto. Jamás había perdido una pelea, jamás había iniciado una pelea, jamás se había sentido tan harto de las eternas palizas como ese día. Una tos estrendorosa ocupa
el pasillo, se permite al eco rebotar hasta el cansancio. Sus ojos están entregados al piso, cosquillea la sangre que se desliza como besos por su piel. Rojo sobre rojo. A su izquierda, la única fuente de luz se desvanece. ¿Qué pasa cuando la esencia de algo muere?
hermosa prosa, perfecta para el insomnio. /cosas que nos gustan porque nos torturan
ResponderEliminarsaludos!