RENÉ
Claro, claro, manden al Caicedo. Total, ¿qué es lo peor que le puede pasar al René entre cinco skinheads y un bate de beisbol? Idiotas.
Me intento sentar sobre la incomoda cama de hospital pero me duele demasiado la herida en el estomago para hacer nada. Claro, y de lo que me sirven las flores al lado de la cama. “Son para animarte René”, “la gente te quiere René”, patrañas. No me creo nada de eso. Lo único que quiere la vieja esa es tratar de “compensarme” el pequeño incidente que me mandó acá. A ver, mejor desde el principio.
Íbamos yo, el Víctor, el Alemán y el pendejo ese del nuevo, no recuerdo su nombre, de escoltas de la vieja. La vieja, para que sepan, es una de esas ricas y famosas que no le basta con que sus guardias sean grandes y fuertes sino que necesita que se “vean bien”. Algo así como un guardaespaldas gigoló, que no es mal trabajo y paga bien, pero a la idiota ésta se le ocurre cada cosa. Como decía, íbamos yo y los demás guardias con la vieja en la limosina. De repente ella ve como unos gigantes nazis le sacan la mugre a un tipo, ahí lo tumban y lo tienen en el piso al pobre hombre. Inmediatamente se da la vuelta y me dice “oye, René, ¿no te molesta que le hagan eso a uno de tu propia raza?”, y yo, por no quedar mal con la vieja, le digo que sí, qué que injusticia, pero ¿qué se le va a hacer? En lo personal, así digamos, lo que uno siente de verdad, cada cual por su cuenta. Alguna tontera habrá hecho el tipo para merecer semejante paliza, pero a la vieja no le gusta escuchar las realidades de este mundo. Ella escucha lo que quiere, aún cuando uno le dice cualquier otra cosa. Larga historia corta ella me manda a defender a mi compatriota (ya que según ella todos somos del mismo lugar o algo así, vieja ignorante) y me empiezan a sacar la mierda. ¿Tú crees que mandó al Víctor o al Alemán o por último al nuevo a darme una mano? No, ¡qué va! A los nazis les da por hacer mierda la limo y a la vieja le entra un susto como si se la llevara el mismísimo Hitler. Larga historia corta, se arranca sin mí en el auto y para cuando por fin llega la policía (que según ella llamó de inmediato para que me vengan a rescatar) yo ya estoy con no sé cuantas fracturas craneales y una buena puñalada en el estomago. ¿Y mi pana? ¡Ese man se arrancó en todo el alboroto y ni más le vi! Gracias vieja, salvaste a uno cambiándolo por otro. Por lo menos no me hicieron demasiado mierda la cara y espero que, aunque sea por sentirse culpable, la muy loca no me vaya a despedir.
VICTOR
A ver, así, tanto como sentirme mal por lo que le pasó al Caicedo, sí, obvio que no me puedo hacer el desentendido. Ahora culpa, lo que se puede decir culpa, es absolutamente de la vieja. Ya el mudo del Alemán se había estado haciendo el loco que no quería tener nada que ver, que no entendía lo que pedía la vieja, que no sé qué. Viendo que la situación se pone tensa yo sacó mi pistola, y no es que tuviera ganas de matar a nadie ni mucho menos. Un tiro al aire y ya, todo bien. Pero mira tú que la vieja me empieza a rogar que no, que por favor, que si tienen escopetas, que esto que el otro. Oiga, señora, si no quiere meterse con los nazis, no pare el auto y haga que se baje uno de sus guardaespaldas a confrontarlos.
Camino por el hospital y medio que busco la habitación de esa señora y medio que no la quiero encontrar. Vengo saliendo de la habitación del Caicedo y me queda dando vueltas en la cabeza lo que acabo de ver. Pobre tipo, nadie se merece semejante paliza. Aunque, a decir verdad, casi que prefiero estar en su estado que lo que me toca ahora a mí. Casi, por supuesto. Imagínate, yo tranquilo todo bien, le pido a la vieja que me deje una tarde libre para ir a visitar al Caicedo. Obviamente no tenía la menor intención de visitarle a ese man, que poco se alegraría de verme la cara, pero a la vieja le encantó la idea. Yo, convencidazo que ahora iba a tener la tarde libre, y que el sentimiento de culpa de la vieja me iba a cubrir la paga, salgo de ahí con una sonrisa de oreja a oreja. Ni bien llego a la puerta y la vieja me entrega un ramo gigante de flores para darle al René. Bueno, ya, paso un ratito y luego me largo, hasta ahora todo bien. Luego del primer ramo me pasa otro, y ahora sí que me entra la curiosidad. ¿Tanto show por una puñalada? No, no, me dice la vieja. Ella tiene una amiga que está en las mismas en el hospital y no tiene tiempo para ir a visitarle. Oookay. Bueno, ahora me doy una vuelta por ahí digamos de repartidor de rosas y luego me largo. No pasa nada. Ah, espera, que la vieja amiga en el hospital quiere...animarse. ¿Animarse?, le pregunto a la jefa. No te hagas el tontito me dice ruborizándose y tocándome el pecho. ¡Ay Dios! Sí, no es la primera vez que me toca una de estas, pero nunca en un hospital. Y hay que ser justos, algunas de estas viejas no están tan mal. Ya cuando medio me subían los ánimos pensando que capaz la man está buenísima y no es ni tan vieja, y capaz entró solo con un resfrío al hospital, viene la jefecita y me pasa la foto. Mira, no voy a entrar en detalles sobre lo que vi ahí, pero en resumidas cuentas a la man le sobraban partes, le faltaban otras, parecía la ex-esposa de Matusalén, y encima parece que...no, no, mejor ni pensarlo.
Aquí estoy, habitación 707. Una de las enfermeras pasa a mi lado y se ríe. Entro a la habitación. Se nota por todo lo que tiene que esta señora viene años viviendo en el hospital. Seguro que cuando llega dice “mi suite de siempre”, y le tienen reservada la sala. Así, a ver si me explico, tenía fotos de sus tataranietos colgando de la pared. Claro, yo con una gran sonrisa le entrego las flores. Y luego el beso. Hago como que escucho un ruido afuera y le doy la espalda a la señora (que parece que está de cumpleaños). Me persigno. Pongo llave a la puerta. Por la patria.
EL ALEMÁN
Sentado en una banca del subterráneo del hospital espero que me den los resultados del nuevo. Como todo nuevo hay que sacarle historial médico y hacerle exámenes de todo. Y claro, ni modo van a mandarle a él a recoger sus propios exámenes, tanta confianza no hay. De hecho, con el Caicedo todo cortado, el Víctor con la tarde libre y yo aquí, ni sé con quien estará la vieja. Le doy la vuelta a mi casete de GERMAN FOR DUMMIES, y miro la hora. Esto de aprender alemán con casetes en inglés es un dolor de cabeza enorme, pero ni modo, no me puedo arriesgar a que alguien me vea con ALEMÁN PARA POSEROS VOL. 1, o si no me botan antes de que pueda decir bitte. Al menos estando en inglés piensan que estoy aprendiendo inglés.
Ahora, honestamente, yo no fui el de la idea de hacerme el alemán. Yo estaba en la entrevista y hasta ese momento no había dicho nada. En el barrio me decían el mudo, lo cual me sirve ahora perfecto con la vieja. El caso es que estaba parado frente a ella, como Dios me trajo al mundo, cuando de repente me tomó la cara en ambas manos y empezó a gritar que yo era alemán. ¿No habrá visto nunca un rubio? Yo, para no contradecirle, no le iba a decir que mi nombre era José Luis. De ahora en adelante, gusto en conocerle, el nombre es Hans. Acento de idiota no fue difícil de falsear, más encima no hablo mucho. Lo que me costó fue conseguir documentos que comprueben que yo era Hans Von Wolfenstein, de Dresden. Primero saqué un préstamo y con esa plata compré unos papeles. Ahora tengo una disque familia en Dresden, una mamá, un papá, carné de conducir y hasta tarjeta de Blockbuster alemán.
Llegan los resultados del nuevo, los voy a revisar. Me dice la enfermera que solo se los puede llevar un familiar o él mismo. Que no joda, le digo, que he sacado resultados de ya no sé cuantos compañeros y que cuanto quiere que le page. No, me dice, es que este caso es distinto, me dice, es que el nuevo tiene una enfermedad seria y no me puede decir más. Ay Dios, ¿y ahora cómo le digo a la vieja?
EL NUEVO
No hay nada chistoso en que le golpeen a nadie, y mucho menos por vendettas raciales. Lo que sí es chistoso es que una vieja millonaria se quede sola con el único guardia al que no han revisado su pasado aún. ¿Cómo me contrató siquiera? Irresponsable. Será mi carita bonita, ¿no? Bueno, ahora la vieja tendrá harto qué pensar cuando despierte en el barrio de los skinheads atada en su auto. A ver si a ella le gusta. Cuelgo el teléfono, acabo de ofrecerle parte de mi botín al pobre hombre en el hospital. No, que cómo se me ocurre robarle a la vieja, que me va a denunciar. Que me denuncie, total no tengo nada que perder. Encima yo le trato de hacer un favor. No me entiende. En realidad los únicos que pueden hacer justicia en este mundo somos los que no tenemos nada que perder. Me pregunto si Batman también tuvo SIDA.
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